Era martes y mi marido y yo estábamos en la preparación al parto y nos teníamos que ir para hacer una ecografía. Estábamos muy contentos, lo íbamos a ver otra vez. Cuando me estaban haciendo la eco, el ecografista nos dijo que era “todo niño”. Fíjate, yo sonreí, pensé que era el niño grande. Cual era mi ignorancia, no me dio por pensar que le faltaba líquido. Nos dijo que había problemas, que tenía un riñón poliquístico. “Ay, dios mío”, pensé, y ya en ese momento se me empezaron a caer las lágrimas (no han parado desde entonces). “No pasa nada”, nos dice, “con un riñón se puede vivir”. Nos dio un volante de urgencias para el día siguiente ir al hospital. Ni que decir que aquel día fue interminable. Al día siguiente me volvieron a hacer otra eco y ya no era un riñón poliquístico si no los dos. Nos teníamos que quedar para más pruebas, muchas ecografías hasta seis ecografistas allí. El doctor que nos atendió me dijo que iba a estar muy controlada y que me daban unas pastillas para madurarle los pulmones (yo estaba de 34 +2) y que el lunes nos provocarían el parto, pero cambio de idea y lo adelantaron al viernes. Nos explicaron todo, que no había posibilidad de trasplante, que no se veía bien el grado de afectación de los riñones y que se nos podía morir el niño. Yo agradecí tanta sinceridad quería ponerme en lo peor. Paso el jueves entre muchas pruebas y yo me aferraba a cualquier cosa buena que decían. Me hacían muchos Pt y el se movía tanto que decían que era un campeón. No podía creer que estuviera tan mal. Pensaba que los médicos siempre exageran mucho, pero llego el viernes, me hicieron la cesárea. Los neonatólogos querían estar allí para cuando naciera atenderlo y así fue. Nació, lo oí llorar y lo vi todo sucio como lo llevaban a limpiar. Me lo volvieron a enseñar un segundo no lo pude ni tocar, estaba sujeta a la camilla por las correas pero le di un beso, eso nunca lo olvidare. Rece todo lo que supe y mas. Cuando salí de quirófano allí estaba su padre “¿le viste?” le pregunté. Cómo lloraba, a el no se lo dejaron tocar pero si que lo vio mas que yo. Ya estaba en la habitación y era por la tarde. Había estado muy al pendiente de las idas y venidas de mi marido y de las abuelas, como ellas se llamaban a mi madre y la madrina de mi marido. Hablaban con el médico de mi niño. Le habían tenido que sedar por que se quitaba todo, eso dijeron. Ya por entonces eran las cinco de la tarde y subieron las abuelas a verlo pero no les dejaron. Tenía que subir el padre y cuando bajo mi madre ya lo sabía yo. Nadie me lo había dicho pero yo lo sabia, mi hijo se había muerto. Vi a mi madre en la puerta de la habitación sin decir nada y le digo: “¡se murió!”. Me cuenta que ni una lágrima se me cayó en ese momento, nada. Era como si no fuera conmigo. Al cabo de un segundo aparece mi marido y ahí fue otra cosa, llore, vamos que si llore. El dolor era tal que no podía soportarlo. “Me voy” les dije. Todos estaban asustados pues estaba recién operada y con una sonda puesta, el gotero de los antibióticos, pero daba igual. Yo me quería ir. “Me voy”, les repetí, y mi padre fue el que me calmó un poco. Me quite la pulsera de identificación con mi niño. Y ahí no se acaba todo: “¿Lo quieres coger?” me preguntaron y les dije que no (me arrepentí y mucho de aquello). Mi marido y su madrina se tuvieron que hacer cargo de todo. Hasta nos preguntaron qué hacíamos con el cuerpo. Nosotros lo queríamos y eso hicieron, preparar la funeraria y hasta elegir una urna le tocó a mi marido. Fue tan fuerte que no se cómo lo soportó. A partir de ese momento hasta que me dieron el alta pasó todo como en una nube. Yo en cuanto me pude levantar no podía parar. Quieta siempre estaba en el pasillo dando paseos y dando vueltas a la cabeza. Que rápido había sucedido todo. Pedí que me dejaran irme ya para casa. El lunes me dieron el alta fue un horror salir del hospital con las manos vacías y ver a los demás con sus niños. Fui llorando y cuando llegué a casa encontré su habitación vacía, mi hermana me lo había guardado todo, no había nada. Y de ahí en adelante todo un reto. A pasar cada etapa que viene, aún no he acabado, eso lo se. Salí del hospital con las manos vacías con un dolor insoportable. Perder un hijo es muy duro, creo que debería existir un protocolo para estos casos. Se necesita ayuda inmediata que nadie te brinda. Mi hijo es como si no existiera, ni un certificado de defunción nos dieron. Como he dicho antes, hasta el cuerpo si no lo quieres va a los desechos del hospital y en esos momentos no estás para decidir nada. Gracias a que nosotros dijimos que lo queríamos hoy tenemos donde poner una flores. Nos pidieron también hacer la autopsia para ver si era genético y dijimos que si. Por otra parte, hay una falta de tacto tremenda. Al cabo de 2 o 3 meses que ya vas algo mejor, que puedes salir a la calle sin llorar al ver una embarazada o un bebe, te llega la carta con el resultado. Tú que no entiendes nada pues en mi caso mire en Internet a ver que era lo que le pasó a mi hijo y seguía sin entender nada. Me puse a llorar aferrándome a aquella carta como si fuera mi hijo, al final llame a la ginecóloga que me trató en el hospital y ella me explico. Cuando pasaron unos meses sentí que caía en un pozo donde me iba a ser imposible salir y decidí buscar ayuda. Me enviaron a un psiquiatra donde lo primero que hizo fue darme pastillas. Mi marido no quería que yo me encierre en el dolor, pero al ver las contraindicaciones  no tome nada. Me derivaron al psicólogo donde después de 2 meses de espera llego y es una chica embarazada de 6 meses que lloraba conmigo cuando yo le conté el porqué estaba allí y me pidió cambiar de profesional. No podía volver a esperar 2 meses y una muy buena amiga psicóloga se ofreció a tratarme. Se llama Raquel Toribio Aguirre y con ella estoy desde entonces. Al principio iba todas las semanas y poco a poco cada 15 días yo me aferre a ella   como mi tabla de salvación. Hacia todo lo que ella me indicaba y poco a poco fui viendo esa luz del final del pozo, me recomendó buscar un foro de ayuda y así lo hice. Encontré Era en Abril, donde encontré a muchas mamas que pasaron por lo mismo que yo, compañeras del mismo dolor, amigas que no me juzgaban por hablar de mi hijo, donde no me juzgaban por llorar por el, por sentir rabia contra todos, por estar enfadada con el mundo por seguir girando mientras para mí se había parado en seco y debía volver a hacerlo girar. Encontré gente que aún sin conocerme me brindaron su más sincera ayuda, se preocupaban si un día no me veían conectada o no les decía que tal había pasado el día, y yo por ellas. La ayuda es mutua, por eso me veo en la obligación de devolver el favor y ayudar a que futuras mamas no pasen por el calvario que nosotros pasamos solas.
Gracias a todas y a cada una de las personas de este grupo. Si hoy estoy como estoy es en gran parte por ustedes. Al leer cada historia, ni peor ni mejor que la mía, todas igual de dolorosas, cómo se han superado, cómo se ha luchado y sobre todo cómo se quiere a estos angelitos que se nos fueron. Gracias a todas. La familia no sabe cómo ayudar, si hablan de ellos se ponen y te ponen mal o eso creen. A mí me gusta hablar de mi hijo, si no hablan pienso que se olvidaron. En mi caso hasta familia muy directa me dejo de hablar como si yo hubiera matado a mi hijo, por dios. Y los comentarios desafortunados de la gente, “mejor así”, “dios lo quiso”, “ya tendrás mas hijos sois jóvenes….”. Mis padres, mis hermanas, sobre todo ellas, me ayudaron hasta el infinito y más. La familia de mi marido igual, no tendré vida suficiente  para agradecer a la madrina de mi marido lo que hizo por nosotros. Yo poco a poco he vuelto a ser yo. Me perdí en ese tiempo, perdí mi personalidad, esa fuerza que pensé que tenía. Me volví asustadiza, débil y no hacía nada por mí. Si quería moverme lo hacía por los demás (mi marido). Poco a poco volví a hacer las cosas también por mí y ya hoy por hoy por mi hija que lo es todo para mí. Ella es la razón por la que cada día intento estar bien, porque ella se merece una mamá feliz y disfrutar de la vida. La enseño a querer a su hermanito y cada noche le manda un beso. Todo esto siempre acompañada por mi marido porque el paso exactamente por lo mismo. No me cabe la menor duda, con la diferencia de que el no se dejo caer  y encima me sujeto a mi. Siempre conmigo, siempre juntos en este camino de lágrimas.
Andrea mamá de un ángel llamado Adriel.

Andrea Pérez Pernia, mamá de Adriel y Brena
Responsable Era en Abril-ESPAÑA