Mi nombre es Carolina Kaplan y tengo un angelito que me acompaña todos los días que se llama Santiago. Ni un día dejo de pensar en él – cuando me acuesto, cuando me levanto, cuando veo un bebé o cuando simplemente sueño despierta.
Tuve un embarazo soñado: no tuve náuseas, ni un dolor de nada, mi bebé crecía sano y, junto con su papá, nos poníamos muy felices al verlo en cada ecografía más lindo y fuerte. Santi era nuestro primer hijo, el primer nieto de mi familia y el primer varón en la familia de mi marido. ¡Cuánto lo esperábamos!
A pesar de todo, no quise “entusiasmarme” demasiado por las dudas que pasara algo. Pero llegó un momento en que ya sentí que todo iba a estar bien, y comenzamos a comprar ropita, a armarle su cuna y a soñarlo a nuestro lado. ¡Cuántas cosas íbamos a hacer los tres juntos! ¡Ya tenía 36 semanas! Entonces comencé a armar el bolso para el día del parto con toda la ilusión. Pero al día siguiente, el sábado 20 de marzo de 2010, el destino quiso lo contrario. Ese día no lo sentí moverse (¡y sí que era movedizo Santi!). Pero ese día no logré sentir ninguna de sus dulces pataditas. Le hablé, lo moví, me asusté. Creo que después de unas horas yo ya sabía qué había pasado, pero no quise saberlo. Salimos a pasear con mi marido, caminamos por el centro, compramos cosas y al terminar la tarde le pedí que me acompañara al hospital. Nunca tuvimos miedo de que nada malo pasara… hasta que el médico no encontró latidos en su corazoncito. Buscó una y otra vez, con distintos aparatos, pero nada. El corazoncito de Santi ya no latía más. Y ahí comenzó todo. Una catarata de decisiones que tomar, en el momento en que menos fuerza tenía para tomarlas. ¿Cesárea o parto natural? ¿Autopsia o no? ¿Verlo o no? ¿¿Por qué pasó todo esto??
Cuando volví a abrir los ojos mi vida ya no era la misma.  Mi hijo se había muerto. Y ahora nos tocaba: aguantar todos los dolores de una cesárea, pero sin ningún bebé a mi lado que lo compense, llamar a la gente querida, pero no para contarle que nuestro bebé había nacido sino para contarle que nos había dejado y llorar una pérdida inesperada. Y mil cosas más que tuvimos que pasar (trámites horribles en la obra social, cementerio, no poder anotar a mi bebé, etc. etc.) y que sin mi maravilloso marido al lado nunca podría haber hecho. Ojala todas las mujeres que tiene que pasar por esto tengan a su lado una persona tan maravillosa como es mi marido.
Pero la vida continuaba y no nos podíamos bajar del tren. Hubo que retomar el trabajo y la vida en general. Y tuve que contarlo una y mil veces y hasta desarrollé distintas y mejoradas versiones para contarlo (trabajo en un jardín de infantes y tuve que contarlo mil veces a los chicos que no paran, al día de hoy, de preguntarme qué paso con mi bebé). Pero hablar de mi Santi no me hace mal. Siento que me hace tenerlo a mi lado.
Después de todo lo sucedido descubrí que tengo una enfermedad en la sangre (trombofilia) que hizo que todo esto sucediera. Parece ser que un pequeño trombo decidió alojarse en el cordón umbilical y cortar la circulación hacia mi bebé. Pero Santi siempre va a vivir en mi, es mi primer hijo (y único hasta ahora) y siempre nos va a acompañar como un angelito que nos cuida.
A días de haber perdido a mi bebé llegué, vaya a saber uno cómo, a Era en Abril. Y hoy soy su traductora… ¡Gracias Era en Abril por dejarme ser parte!

Carolina Kaplan, mamá de Santiago
Traductora de Inglés
Era en Abril