Mi nombre es Aldana Lucena, de Buenos Aires, Argentina y soy la mamá de Indiana, quien dejó de estar físicamente conmigo el 16 de diciembre de 2009, a los 3 días de haber nacido.
En mayo de 2009 nos enteramos que nuestra beba venía en camino, y todo cambió para nosotros y nuestras familias; la primera hija, la primera nieta, primera sobrina. Todo en nuestra vida empezó a girar en torno al momento en que ella llegara. Después de un embarazo perfecto, sin una pérdida, ni un día de reposo, sin náuseas ni ninguna complicación.
Casi 4 semanas antes de la fecha de parto, rompí bolsa. Seguí los pasos que nos enseñaron en el curso y de a poquito fueron llegando las contracciones. Me internaron a las 22:00 hs. y a la 1 de la mañana del domingo 13 de diciembre nació Indiana, fue un parto hermoso y rápido. Ella estaba perfecta, no podía pedir nada más. Pero debido a ser prematura pesaba 2 kg 120 gr por lo que la internaron en neonatología. A pesar de esto, la tranquilidad y la felicidad me desbordaban, mi nena era chiquitita y había aguantado el parto, ahora ¿qué podía salir mal?. Al día siguiente tuvo fiebre, algo que los médicos de la clínica consideraron de poca importancia, y el episodio no se repitió; empecé a poder darle de comer y de a poquito comenzaba a ganar peso. Las palabras del neonatólogo fueron: “tranquila mami, antes de Navidad están en su casa”.
Pero al otro día por la tarde mi hija estaba diferente, había dejado de comer, tenía los ojitos perdidos, le había subido la bilirrubina y lloraba a los gritos cada vez que la movíamos. La enfermera la revisó, le tomó la temperatura, volaba de fiebre y en ese momento nos sacaron a todas las mamás de la sala. Yo sabía que algo no estaba bien y esa fue la última vez que la tuve en mis brazos. Después de una hora me llamaron y me pasaron un parte médico que nunca iba a imaginarme “Sepsis Neonatal Precoz” y a raíz de esto “Meningitis”. Como el equipamiento de la clínica no era suficiente para ayudar a mi bebé, comenzaron los trámites de traslado, pero para el momento en que la ambulancia llegó, Indiana no podía moverse de donde estaba. Tenía convulsiones continuas a causa de la fiebre y ya habían logrado hacerla volver de dos paros cardíacos. No podía entender cómo podía ser que en tan pocas horas mi nena se había enfermado tanto y cómo podía ser que nadie pudiera hacer nada. Finalmente a las 2 de la mañana, se me acercó corriendo Nicolás, mi compañero del alma, el papá de Indiana, para decirme que nuestra gordita no había aguantado más. Y todo se puso negro. Toda la felicidad que me había saturado por dentro ahora me ardía en el centro del pecho hasta no dejarme respirar. No pude volver a verla. Sentía que me moría con ella. Y así seguí por muchos días, en una noche eterna, pero sin poder dormir, sin querer comer, sólo contando con los abrazos y la paciencia de mi familia, mis amigos y con mi otra mitad, que sufría a la par mía. Pero a pesar de que a medida que pasan los días una va tratando de abrir los ojos, llega un momento en el que empieza a buscar las respuestas a todas las preguntas que surgen en la cabeza, preguntas que no siempre quedan resueltas con ninguna explicación, porque no la tienen. Entonces me senté frente a la computadora y efectivamente no encontré respuestas, pero sí encontré a mis nuevas amigas, a una nueva familia. Encontré Era en Abril, un grupo humano de luchadoras que pudieron hacerme ver una lucecita en el camino, primero muy chiquitita, pero que a medida que pasaban los días iba creciendo con mucha paciencia, para demostrarme que mi hija siempre va a vivir adentro mío y que yo, su mamá, tengo todo el derecho del mundo a llorarla cuando la extraño, a recordarla con alegría y a hablar de ella cada vez que lo necesite.
Hoy estoy orgullosa de pertenecer a este equipo de mamás, quienes me enseñaron a transformar mi dolor en amor, pudiendo tenderle una mano a quienes comienzan a caminar luego de haber perdido a sus hijos y también a saber que puedo contar con todas ellas cada vez que sienta que pierdo fuerzas, que me vence el miedo o que simplemente me sienta triste.

Aldana Lucena, mamá de Indiana
Diseñadora Era en Abril