«Un hijo para la eternidad» de la francesa Isabelle de Mézerac sobre su hijo Emmanuel (su hijo nació a las 11:18 y su corazón dejó de latir a las 12:30) .

«Pasó por nuestras vidas como un soplo delicado, una presencia preciosa, y nos confirmó en nuestro papel de padres, haciéndonos correr el riesgo de amar más y siempre más allá. Como todo niño que desde su concepción , viene a inscribirse en el corazón de una historia familiar.

Incluso si muere antes de haber podido nacer, incluso si nace poco tiempo antes de morir. ¡Es nuestro hijo para la eternidad!»

«Cuando solo se tiene el amor para ofrecer compartirlo. En el día del gran viaje que es nuestro gran amor»

«¡Que tensión en torno a una vida tan corta, qué inaudita intensidad en esos minutos que tienen valor de eternidad!»

«¡Que asombroso destino aquel paso relámpago por nuestras vidas, pero que cambio!»

«Estaba allí, era él: incluso muerto, ¡seguía siendo mi niño!»

«La pena se asentó violentamente en mi corazón durante largo tiempo. A pesar de la serenidad, es una pena que hace daño, como un dolor profundo. Tuve que seguir vaciando un día y otro aquella fuente de lágrimas que a veces me invadía hasta ahogarme, dejándola desbordarse libremente. Hay quien no comprende que el sufrimiento no se mide por la duración de la vida, sino por la intensidad del amor que ha ocupado. Aunque Emmanuel no hizo más que cruzar por nuestras vidas, suscitó en nosotros un desbordamiento de cariño. Y en los momentos que vivimos juntos , en aquel paso de la vida a la muerte, yo le di toda mi ternura maternal concentrada en un instante maravilloso…»

«Yo no deseaba recuperar demasiado pronto el ritmo de la vida cotidiana; incluso no podía. Tras la espantosa turbulencia pasada me invadía una inmensa necesidad de dulzura, de paz y de lentitud en los gestos. Temía también la llegada de los días futuros, temía olvidar a Emmanuel, temía recomenzar antes de haber curado aquel corazón que había llorado tanto»

«Llegar al final de mi dolor. Sin quemar las etapas. Hacerlo mío para vivir mejor después. No dar la impresión de estar bien cuando el cuerpo está todavía dolorido; roto el corazón por la enorme herida de haber esperado a un bebe discapacitado; ¡haber visto como se le llevaba la muerte: después de haberle dado la vida!»

«Soportar que nuestro hijo haya venido a invertir el orden natural de la vida precediéndonos al más allá…»

«Hay que dejar que este desgarramiento se exprese para que no se cierre demasiado pronto, corriendo el riesgo de envenenar el futuro. Dejar que el tiempo nos aporte la serenidad, concederse todas las ocasiones para hacer revivir poco a poco, por las palabras, las fotos, y los recuerdos evocados a nuestro chiquitín. Yo le hacía existir un poco más en el mundo de los vivos, estaba allí, con nosotros, presente en nuestra vida, el hijo relámpago, luz de nuestro hoy»

«¿Cuál es el camino de unas nuevas relaciones, él en el más allá y yo todavía en la tierra? Aceptar esta violencia y continuar nuestra ruta con él es un permanente corazón a corazón»

«Al captar la medida de mi dolor, permitiendo expresarlo sin contenerme , descubrí que me esperaba un nuevo modo de vida: reir con el corazón que siempre tendrá un pequeño al que llorar, cantar con una voz que conservará cierta ternura para él, bailar con unos brazos que desearían mecerle… pero, al mismo tiempo, ¡amar la vida intensamente!»

«El nos faltará siempre, hasta que lo encontremos de nuevo en el más allá, pero su ausencia visible se ha transformado en una presencia interior: lo veo con el corazón y eso es lo esencial. Está ahí, en nuestra familia reunida, libremente recordado en nuestras conversaciones , contada su historia fácilmente y visitado frecuentemente en su última morada con nosotros»

«Hoy, una gran serenidad convive con mi dolor todavía presente, en medio de un asombroso sentimiento de plenitud. Plenitud de aquel amor gratuito totalmente dado…»